Pregúntale al Platero

Plateros

Corría el año 1949 (aunque Antonio ‘el Trinidad’ asegura que fue en el 48), cuando Manuel Salamanca, un platero de la ciudad de Granada, aficionado al flamenco, sin precedente alguno, decidió organizar en su taller de la calle San Matías lo que sería la primera peña flamenca del mundo, pionera y ejemplo de todas las demás.

El señor Salamanca tenía una colección de más de cuatrocientos discos del flamenco más añejo y auténtico que se pueda concebir. Pizarras que en su vieja gramola de ‘La voz de su amo’, a 78 revoluciones, escuchaba una y otra vez hasta aprenderlos de memoria.

Desde pequeño Manuel se colaba en las tabernas y en las fiestas donde se oía cante, o se sentaba en un peldaño para escuchar las voces que lanzaba el gramófono de ‘Juanico el de Jaén’ desde su establecimiento de bebidas, hasta que, junto con las enseñanzas dictadas por el cantaor ‘El Tuerto de Graná’, sereno de profesión, llegó a ser uno de los mayores entendidos que ha dado nuestra ciudad. Tanto es así que hasta el día de su muerte, en 1989, con 83 años, cualquiera que quisiera saber algo relacionado con el flamenco lo consultaba a este platero sabio, que se le llegó a denominar ‘joya y joyero del cante jondo’.

Todo empezó a raíz de un recital al que acudió Manuel Salamanca Jiménez, con su hijo Miguel, a la granadina plaza de toros, abarrotada en ese día de los años cuarenta del pasado siglo, para escuchar a don Antonio Chacón, «porque en Granada había mucha afición al cante flamenco», recuerda Manuel en una entrevista para IDEAL en 1977. Los problemas de acústica, previsibles en aquellos tiempos, se juntaron con la algarabía, continuos aplausos y poco respeto del público asistente. Manuel decidió entonces que un buen sistema, para que el flamenco no se ‘prostituyese’, sería reunirse un grupo de aficionados a este arte en algún lugar tranquilo para escuchar el cante con el respeto y la solemnidad que merece.

La primera peña del mundo

El sitio escogido para esta tertulia fue su propio taller de platería de la calle San Matías, en el barrio del Realejo, al que, entre su yunque y sus alhajas, colocó su gramola de manivela, que manejaba su hijo, y sus discos de Manuel Torre, el ‘Niño Gloria’, Juan Breva, el ‘Niño de Cabra’, el ‘Tenazas’, el ‘Carbonerillo’, la ‘Niña de los Peines’. Todos los sábados, cuando acababa la faena, cerraba las puertas, recogía sus útiles y, de 8 a 12 de la noche, recibía a sus contertulios, un grupo de doce a catorce amigos que, como él, amaban el flamenco. «Como el taller era muy pequeño y el mobiliario no muy adecuado, le teníamos que pedir sillas a los vecinos. Y así, poco a poco, fue acudiendo cada vez más gente, y nació la peña, la peña de La Platería».

A esta devoción y a la escucha del cante ‘enlatado’ pronto se le unió el tañido de una guitarra y el arranque cantaor de algún presente remedando a cualquiera de sus ídolos. Las largas horas de discusión y de cante se enriquecieron también con aceitunas, cebollas en vinagre, bacalao, vino en porrón y tabaco de picadura. Quince minutos antes de que terminara la tertulia se ajustaba el precio del costo, y se hacía el correspondiente reparto que venía a ser de entre 1,75 a 2 pesetas. Siempre había algunos que no podían hacer frente al pago, pero Manuel era incapaz de negarles la asistencia por ello.

Se cuenta que una señora, a la hora de cerrar, llegó impaciente un sábado a la platería del señor Salamanca para recoger una sortija que debía lucir su hija al día siguiente. El platero ya estaba canturreando mientras recogía sus herramientas, así que respondió a la buena mujer: ‘vuelva usted pasado mañana’ bien entonado y en falsete.

El negocio, por ser centro aglutinador de aficionados, de discusión y de vino, empezó a perder clientela. «Como el cante estaba mal visto porque los cantaores cantaban por las tabernas y los cuartillos, reconoce el platero para IDEAL en1983, empezó a faltarnos el trabajo» (recuérdense los letreros en los bares de ‘Se prohíbe el cante’).

Viaje a Brasil

Ante esta merma laboral, a los siete años de estar funcionando la peña, en 1854, Manuel y su familia se vio forzado a emigrar a Sao Paulo para rehacer su vida (‘arruinada’ gracias al cante). Allí estuvo quince años, trabajando también como platero y fomentando a su vez el amor al flamenco entre los abundantes emigrantes españoles y los autóctonos del lugar. A su regreso, ya jubilado, después de varias vicisitudes y distintos emplazamientos, encontró la peña en el lugar en que ahora se halla, un Carmen en el Albaicín, en la Plaza de Toqueros, con una hermosa vista de la Alhambra (gracias a la gestión de Manuel Martín Liñán, su presidente de aquel entonces), y su labor custodiada con mimo y notablemente ampliada.

El 15 de diciembre de 1987 el corazón de este sensible platero dejó de latir. En su epitafio, en este mismo periódico, Miguel Ángel González declaró que «Manuel Salamanca Jiménez ha vivido entregado en cuerpo y alma al arte y, más en concreto, al arte flamenco».

En conversación mantenida con Carlos Alberto García Romero, bisnieto del señor Salamanca, asegura que están muy orgullosos del abuelo Manuel, que es un personaje relevante, no sólo de la peña y del flamenco, sino de la ciudad de Granada, y que lo sienten relegado en cierto modo al plano del olvido.

Manuel desapareció cuando Carlos tenía 8 años. Recuerda su extremada bondad, el acercamiento a los niños y el cante que entonaba sentándolo en sus haldas. Convive con su abuela Gracia, hija del platero, que le canta igualmente y mantiene viva la imagen del patriarca en la familia. De hecho, algunos de sus miembros se dedican o se han dedicado profesionalmente al flamenco, aunque están apartados de la peña que inauguró su antepasado. Otra rama familiar conserva asimismo el oficio de platero.

Se sienten satisfechos de la evolución de la peña, de sus logros sociales y artísticos, del reciente nombramiento de Socio de Honor de Antonio Gallegos. «Mi bisabuelo hubiera estado orgulloso de cada uno de estos pasos», reconoce Carlos García.

La Platería de Manuel

La peña de la Platería, a sus 67 años de existencia, no es sólo la primera peña del mundo, en la que se reflejan todas las demás, sino que está considerada como la ‘Capilla Sixtina’ del cante, en la que cualquier flamenco se enorgullece de actuar.

Uno de sus objetivos, aparte de la difusión, es la conservación del cante, su pureza. Tanto es así que, en sus comienzos, había un cuadro colgado a la vista de todos con la relación de los ‘cantes prohibidos’, aquellos que no podían ejecutarse en La Platería, por ser considerados menores (‘cante chico’), ‘bastardos’, diría Tito Ortiz en 2011, en relación al tronco puro del flamenco, aquellos cantes que tan sólo ser apuntados a media voz era motivo de expulsión de la peña. «No sentaba bien ni se admitía en dichas reuniones el que se cantara por fandangos, salvo que fueran del Niño Gloria y si acaso del Carbonerillo», recuerda Antonio Gallegos. Tampoco se podía aplaudir entre cante y cante, para no hacer diferencias entre el cantaor sobresaliente, que se llevaba todo tipo de ovaciones, y el cantaor mediocre, que no recibía halago alguno. En los intermedios de los recitales oficiales siempre salían bailaoras, con improvisado cuadro, para rellenar los silencios. Costumbres todas que se han ido relajando con el tiempo hasta desaparecer.

El Libro de Honor de La Platería, digno de mención y motivo de orgullo para sus socios, está rubricado por grandes personalidades del flamenco y de la música en general, de la política, del toreo y del deporte, de las letras, del cine,  el teatro. En él han estampado su firma, por ejemplo, Andrés Segovia, ‘Sabicas’, Paco de Lucía, Henry Kissinger, Samaranch, Rafael Alberti, Javier Solana, Yehudi Menuhin, Fraga, Paco Rabal, El Juez Garzón, Carmen Sevilla, Pilar Bardem.

Por la Peña han pasado todas las figuras del flamenco de los últimos cincuenta años. Es un orgullo para cualquier artista pisar sus tablas y, para cualquier aficionado, asistir a su salón del cante.

La decana de todas las peñas mantiene una labor incansable de protección y difusión del flamenco, una trayectoria y un futuro encomiables. El modelo de todas las peñas debería ser conocido en todo el mundo como ‘La Platería de Manuel Salamanca’.

  • JORGE FDEZ. BUSTOS. IDEAL  GRANADA 27 mayo 2016